En numerosas ocasiones hemos hablado de gafas y de lentes de contacto, pero no nos hemos detenido a explicar el elemento fundamental, aquel que nos permite observar mejor el mundo que nos rodea.
Podemos entender la lente como un objeto (normalmente formado con algún tipo de vidrio) con dos superficies, siendo curva al menos una de ellas. Precisamente esa curvatura permite la refracción de la luz y corregir así distintos problemas de la visión. ¿Pero qué tipos de lentes hay?
Hay dos grandes grupos. Las lentes, según su forma, pueden ser divergentes o convergentes.
Lentes convergentes
Las lentes convergentes, también llamadas positivas, son gruesas por la parte central y más estrechas en los bordes. En las lentes convergentes los rayos de luz que viajan en paralelo a su eje principal convergen en un punto llamado foco de imagen.
Este tipo de lentes se aplican en óptica para corregir problemas visuales que afecten a la visión de cerca, como la vista cansada, la hipermetropía o el astigmatismo hipermetrópico.
Lentes divergentes
Las lentes divergentes, también llamadas negativas, al contrario que las convergentes, son más gruesas por los bordes y más estrechas en el centro. Estas lentes separan los rayos de luz que viajan en paralelo a su eje principal.
Las lentes divergentes se utilizan para corregir defectos refractivos de la visión como pueden ser la miopía y algunas clases de astigmatismo.
La potencia de las lentes (capacidad de la lente para hacer converger o divergir la luz) se mide en dioptrías. Una dioptría es la potencia de una lente que enfoca los rayos paralelos a 1 metro.
Como dato anecdótico os diremos que probablemente la primera lente construida por el hombre fue la que fabricó Aristófanes en el siglo V a. C. con un globo de vidrio soplado lleno de agua, con el propósito de concentrar la luz solar.