Con la llegada del buen tiempo realizamos más actividades al aire libre y nos preocuparnos más de cuidar nuestra piel con protectores solares, pero ¿por qué no hacemos lo mismo con nuestros ojos?
Los rayos solares y ultravioleta afectan a la piel, y también a nuestra vista produciendo daños irreversibles. Si bien es cierto que los ojos tienen mecanismos propios para defenderse, las gafas de sol no sólo son un complemento estético sino que nos ayudan a proteger nuestra vista de manera especial.
¿Las gafas de sol nos protegen todo el año?
En esta época del año, los rayos solares caen perpendicularmente siendo más peligrosos para nuestra salud. Debemos protegernos con unas gafas adecuadas para evitar daños en la visión. Por ejemplo, una exposición continuada y excesiva a la radiación ultravioleta procedente de los rayos solares acelera la aparición de cataratas.
Durante el otoño y el invierno el sol incide de forma diagonal sobre la tierra, siendo la radiación y el sol menos nocivos para nuestra salud visual. Además las nubes actúan como una barrera que nos protege de los rayos solares.
Las gafas de sol nos previenen de enfermedades, y también de las partículas de polvo que hay en el aire, el lagrimeo o la sequedad ocular. Por eso debemos utilizarlas durante todo el año.
Las gafas de sol deben ser homologadas
A la hora de elegir unas gafas de sol deberemos asegurarnos de que son homologadas y cumplen con la legislación europea. El simple hecho de ser oscuras no significa que vayan a frenar los rayos ultravioleta, y por lo tanto a protegernos.
Al ponernos las gafas, la pupila se dilata y si las gafas no filtran las radiaciones nocivas. Éstas pueden incidir con mayor intensidad en la cornea y el cristalino, dañándolos.
Usar gafas de sol que no cumplan con los criterios que se exigen en los controles sanitarios pueden perjudicar seriamente nuestra visión, provocando conjuntivitis o incluso quemaduras en los ojos.